
Había subido desde la
costa de Argel y Tingitania hasta nuestros mares cantábricos, una pequeña flota
de piratas berberiscos que, con sus continuas incursiones, tenían
atemorizados a todos los pueblos de la
costa desde Avilés hasta Navia. Los barcos berberiscos, más pequeños, ágiles y
ligeros que los grandes barcos de la
flota del rey, escapaban de continuo de todas las persecuciones y parecía que
fuera imposible detenerlos...