En un pueblo del mundo, ocurrió algo que quiero compartir contigo. La única peculiaridad de ese lugar es que había un bosque precioso, era una mina para la industria de la madera, sin embargo, en ese bosque ocurrían fenómenos muy extraños, cada vez que algún leñador se acercaba, no conseguía cortar ningún árbol. Todo aquel ser humano que lo intentaba decía lo mismo: “¡es imposible, no sé qué me ocurre que hay algo denso en ese bosque, me da somnolencia, apatía y tengo que salir corriendo. No entiendo qué me pasa!”.
Una mañana del mes de abril, llegó al pueblo un leñador dispuesto a llevar a cabo la tarea, con la condición de que cortaría únicamente 5 árboles por día durante un mes, pero tendrían que dejarlo a solas en el bosque.
Y así fue, cada mañana se dirigía al bosque donde tenía su misión cotidiana, cortar 5 árboles. Era un ser muy especial, porque cuando se acercaba al árbol que tenía que cortar, lo acariciaba, le hablaba, le transmitía lo que él sentía, le preguntaba si estaba preparado para entregar su madera, se comunicaba con él, le escuchaba, y si él percibía que el árbol no quería, se iba a otro y así hasta que encontraba un árbol preparado. La única manera de saber que ese árbol tenía que entregarse, era ver como toda la naturaleza se acercaba y le despedía de forma realmente espectacular: primero los pájaros acudían a ofrecer su última canción revoloteando alrededor de él y formando una deliciosa melodía, la lluvia aparecía como por arte de magia y le acariciaba con suavidad, el sol enviaba un rayo fuerte colmándole de luz, una luz inusual, el aire soplaba con más fuerza para que las hojas fuesen cayendo y la tierra comenzaba a temblar, a despedirse de este árbol. Entonces cuando el
leñador sentía que el árbol estaba preparado para caer, él se tumbaba en el suelo y comenzaba a reír, reía con tanta fuerza que el árbol se caía solo, no era necesario cortarlo con la sierra. El árbol se entregaba con tanto amor, que el leñador a su vez le pronunciaba unas palabras de agradecimiento y le susurraba: tranquilo, todo está bien, ahora descansa un poco.
Una mañana, un chico curioso de saber cómo podía conseguir cortar los árboles, decidió seguir los pasos del leñador y observarlo. ¡Cuál fue su sorpresa cuando vio todo ese espectáculo!, no pudo menos que salir corriendo hasta el pueblo y explicarlo a todo el mundo. Ya os podéis imaginar la que se lió, toda la gente incrédula acudía al bosque para ver la escena, pero el leñador que era muy intuitivo, no hacía nada, se quedaba parado, se daba la vuelta hacia donde creía que había alguien fisgoneando y se ponía a reír, esto al principio asustaba a la gente pero al final acababan todos riendo y se iban contentos dejándole en su espacio para que continuase su tarea. Lo cierto es que la gente se sentía tan bien que cada día acudían al bosque y pronto vino gente de todas partes para ver al leñador y su extraña forma de cortar árboles.
Un buen día, el leñador no se presentó en el bosque, todo el pueblo y más gente le esperaban ansiosos, no entendían qué le podría estar ocurriendo. De pronto, el bosque comenzó a temblar, los pájaros alzaban el vuelo de una forma salvaje, el sol desapareció para dar lugar al aire y a la lluvia que agitaban extrañamente llevándose por delante todo lo que se encontraban en el camino. La gente regresó a sus casas asustada. El chico que había visto por primera vez al leñador, decidió acudir a su casa para conocer el motivo de su ausencia y saber la causa de este extraño fenómeno. Cual fue la sorpresa cuando no encontró a nadie en la casa pero si una carta, que decía así:
Queridos amigos, ya he cortado los árboles encomendados y aquí finaliza mi misión, os dejo a cargo del bosque y os invito a que lo tratéis como se merece. Que cada día vayáis a escucharlo, ofrecerle vuestra risa, eso es lo único que necesita recibir de vosotros. Os pido que a partir de hoy celebréis la vida con la naturaleza, junto a ella, aportándole lo mejor de vosotros tal y como ella os enseña. Ella entrega su belleza y se va, por lo tanto, qué mejor regalo que tratarla con el amor que se merece, como trataríais a la persona que más amáis. Podéis caminar por ella, sentirla, aprender de ella y comprobaréis que la vida os será mucho más simple y sencilla. La naturaleza nos habla continuamente. No os olvidéis de transmitir este mensaje a vuestro hijos, para que siga esta cadena y así pueda llegar a todo el mundo.
Gracias por recibirme y confiar en mi. Estáis en mi corazón.
Omar Jukaron.
Nunca más se supo de aquel leñador que pasó por ese pueblo, aun así lo recuerdan y es a partir de entonces que la gente de ese lugar vive en conciencia con cualquier ser vivo y transmite esta historia a quien tiene que recibirla.
Todo forastero que llega es bienvenido con una copia de este escrito, invitándole a entregarlo a aquella persona con la que se encuentre. Y siguiendo esta tradición, como te ha llegado a ti, también te corresponde continuar transmitiendo el mensaje, de hecho, tu perteneces a este pueblo de todos.
Esta bella historia es una invitación a ser más sensible con la madre tierra, la que nos alimenta cada día y nos ofrece todo lo más puro y a cambio ¿qué le estamos dando?. Entreguémosle la risa, ya que somos los únicos seres del planeta que podemos reír.
Sin la risa el hombre es como un árbol sin flores.
Y la risa puede transformar el mundo entero..